Hay paisajes que estallan
chorreando horizontes
escurriendo el tiempo
acercando distancias, con entrega y visibilidad.
Hay paisajes que se guardan
en el corazón y en el cajón
del escritorio, en una imagen
sin palabras, como una fórmula sagrada.
Hay paisajes que se coleccionan
en la mirada, se actualizan,
y viven en nuestro ánimo
para siempre, como una profecía revelada.
Hay paisajes circulares,
que vuelven, van y continúan
se enredan como una serpentina
y terminan por gemir, a voluntad
solamente con acercarse a mirar.
Hay paisajes que no son panorámicas,
ni perspectivas tampoco
que se van haciendo por dentro
en el confín de uno mismo,
con palabras, con sueños...
Son los paisajes del alma.
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