Esta tarde, me he quedado leyendo tus versos en el jardín.
El viento se hacia brisa,
para no molestar a la melancolía
y, en su desliz, la felicidad
buscaba un lugar para sosegarse
y hacerse lumbre con la tarde.
Permíteme decirte que, en mi jardín
se inflamaron de celos todas las flores,
fruto, probablemente, de mi embeleso.
Y, como un ruego,
volvió el amor con ganas,
con esa carga de pasión insensata,
como brota la magnolia en el patio de mi casa,
de repente,
como un lujo,
como una catarata,
como fluyen los hilillos de agua
en el manantial y en la fuente.
Y llegó la noche,
con sus ojos nublados,
sorda , como la nieve,
y me envolvió toda
con tus versos entre mis manos.
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