Ciudad de agua y luz
Sobre piedra recostada
Asomada al Malecón no se cansa de soñar…
Poeta que sangra al sol y sueña mirando el mar.
Ciudad de amores mestiza
de sangre y razas cuajada
Estructura de palmeras que a la intemperie se alzan
Abanicándose al sol.
Ciudad mito de ideales, de valores y utopías
Que huele a caña de azúcar
Sabe a mango y a toronja
Y respira libertad
Ciudad donde el cielo azul
De tanto besar el mar
Dejó una estrella bordada
Noche y día en su bandera
Ciudad que ondea orgullosa
Por el mar de las Antillas
Sabiéndose la más sólida
De todas las ciudadelas
Habaneras de La Habana
Lagrimitas de nostalgia
llora, quien se alejó un día
Sin saber que el corazón
Se quedó sangrando al sol y soñando con el mar.
Es muy conmovedor este poema... y de mucho mendó con el lírico fuego de razas que culmina en la cubana, un conjunto sembrado en el rostro de un excelentísimo de la cultura de la Isla caribeña: Nicolás Guillén.
ResponderEliminarLos cubanos buenos, como los denominó José Martí, cuando salimos de Cuba llevamos una lágrima de nostalgia siempre colgada al corazón por un retorno y un nuevo abrazo a la Patria. Los otros, camorristas y fariseos, sólo se llevan un apretado tizón de odio que los mueve a ser capaces de vender su tierra natal.
Como tú misma dices, en Cuba, con ese sabor a mango y toronja, bajo un abanico de sol, se respira libertad.
Gracias