
Desperté esta madrugada
respondiendo a tu llamada
y, para más precisión,
a las seis de la mañana.
Las sombras aún invadían
de silencios, de añoranzas,
el nuevo día y la estancia.
Una caja de recuerdos
se volcó sobre la cama
y, envolviéndome en sus vueltas,
abrió de par en par la ventana.
Allí, tu sonrisa estaba,
como la fresca mañana
que al sol hiere;
como vela de navío
desplegada y,
con hilo de oro puro,
mis labios
bordaron este poema,
a las seis de la mañana,
cuando el amor se despierta.